FUNDACIÓN SENTIDOS Y SU TRABAJO CON FAMILIAS DISFUNCIONALES
Se acerca el día del niño y con ello resulta inevitable pensar en las familias chilenas y como éstas han ido evolucionando ya sea para bien o para mal, sobretodo en sectores de mayor vulnerabilidad.
La familia cumple funciones muy importantes como primera institución social, pues alberga en su seno en forma casi exclusiva, o al menos durante la mayor parte del tiempo, en los primeros años, a los futuros ciudadanos quienes allí se modelan física y moralmente. Por lo tanto la familia es la primera formadora de niños y como consecuencia, de adultos, sanos en cuerpo y en espíritu.
Cuando este grupo, funciona correctamente, presenta una jerarquía democrática, donde los padres se preocupan por alimentar a sus hijos en forma saludable, proveerles de ropa adecuada, esparcimiento, control, límites, y los introducen en una escala de valores que no solo se enseña teóricamente sino que se recibe a través del ejemplo.
La relación entre padres e hijos tiene una gran influencia en la mayoría de los aspectos del desarrollo del niño. Cuando las habilidades y comportamientos de crianza son óptimos, tienen un efecto positivo en la autoestima, desarrollo cognitivo y comportamiento. Y considerando estos importantes pilares Fundación Sentidos, genera instancias paras desarrollar habilidades parentales e identidad en los niños.
Un padre trabajador no necesitará recitar largos discursos sobre la importancia de ganarse la vida a través del trabajo digno, pues el niño lo verá como algo natural, pues “es lo que hace su padre”, que es su modelo. Si sus progenitores se preocupan por sus semejantes, si resuelven sus conflictos a través del diálogo, si existe armonía en el seno familiar, si siente respeto entre sus padres, para con él y sus hermanos, y el resto de sus familiares, el nuevo individuo se desarrollará pleno y feliz.
Esto no ocurre en una familia disfuncional, que significa que no cumple adecuadamente su rol social, por múltiples causas: patologías psíquicas, drogadicción, alcoholismo, personalidades conflictivas, perturbadas, poca madurez, etcétera. En estas familias, en general, los conflictos se resuelven de modo agresivo: gritos, golpes, etcétera; los niños no son escuchados, y los adultos no dialogan entre sí; no hay acuerdo entre los padres con respecto a las normas a imponer; no se explican las razones de los límites, que en general son arbitrarios; se trata de compensar económicamente la falta de afecto y de tiempo compartido, y no se cuenta con proyectos comunes.