Heridas de la infancia, estricta relación con el rol de padres

Es muy común que muchos padres no hayan superado su propia infancia y ven en sus hijos a su niño interior, lastimado, dolido, entonces quieren compensar a su propio niño interior. La mejor forma de afrontar el problema y buscar opciones en talleres de habilidades parentales, los que Fundación Sentidos, imparte a un importante número de familias.

Es posible haber escuchado la siguiente frase, «mis hijos tendrán todo lo que yo no tuve», esta creencia es común en las personas que atravesaron necesidades económicas durante su infancia, que no podían tener los mismos juguetes que sus compañeros del colegio o que no podían vestir de la misma forma y se sentían menospreciados o inferiores por ello. Así, al crecer, suelen prometerse que sus hijos nunca tendrán que pasar por lo mismo, que tendrán todo lo que ellos no tuvieron.

Hay personas a las que los traumas de su infancia aún les persiguen. Quizá fue ese día en que sus padres le avergonzaron delante de sus compañeros de colegio, cuando se negaron a comprarle ese juguete con el que tanto había soñado o cuando se mudaron de ciudad y tuvo que cambiar de colegio sin que tuvieran en cuenta su opinión. Ese evento ha dejado una cicatriz tan grande en la persona que esta se asegura de que jamás le hará algo así a sus hijos.

No obstante, muchos padres tienden a pensar que deben replicar las condiciones en las que ellos crecieron. Generalmente se trata de personas que piensan que el carácter de los niños se forja a través de las pruebas, y mientras más duras, mejor, lo que incluye muchas veces la violencia física y psicológica. Estos padres imponen una educación autoritaria, marcada por límites y reglas muy estrictas, convirtiendo el hogar en un cuartel militar.

Estos padres no han logrado hacer las paces con su infancia, con las experiencias que vivieron o con las decisiones y comportamientos de sus progenitores. Como resultado, siguen arrastrando su influjo, muchas veces sin darse cuenta y pensando que le están haciendo un bien a sus hijos.
Para evitar estas creencias limitantes, el primer paso es darse cuenta de su existencia, y comprender cómo se expresan a través del día a día en la relación con los hijos. Luego se debe dejar que esas heridas cicatricen.
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