En tiempos de pandemia: ¿Por qué es bueno no discutir delante de los niños?

Para muchos el encierro generado por la pandemia del Coronavirus, ha provocado que el ánimo ya no sea el mismo, generando peleas con la pareja, situaciones que son vistas en la mayoría de los casos, por los niños y niñas que actualmente no están asistiendo normalmente a clases. No obstante, lo importante es detectar el problema y buscar soluciones.

Los momentos de angustia y de enojo pueden conducirnos a tomar decisiones equivocadas. En esos instantes de furia con nuestra pareja, es posible que obviemos el hecho de que es mejor no discutir delante de los niños. ¿De qué manera puede afectarles esta conducta?

No existe pareja en el mundo que no discuta. Incluso las más felices atraviesan sus ratos de discordia; estos son necesarios para conocer mejor al otro y alcanzar acuerdos. En ese sentido, las discusiones son casi inevitables.

No obstante, estas presentan la desventaja de que no sabemos cómo pueden acabar. Especialmente cuando hay motivos pasionales que las producen, debemos tener presente que la racionalidad puede quedar de lado en estos momentos.

Como consecuencia, discutir delante de los niños no parece ser la mejor opción. Si ellos están presentes, es mejor ‘archivar’ el enojo y suspender la charla hasta estar a solas. Esta precaución puede evitar grandes daños a su bienestar, como los que detallaremos a continuación.

Los niños pequeños no están preparados para afrontar los problemas de los mayores. Discutir delante de los niños no es otra cosa más que involucrarlos en estos temas, que de ningún modo son su culpa ni tampoco tienen la obligación de solucionarlos. La interpretación de las palabras que escuche puede generar en él sentimientos negativos: culpabilidad, inseguridad, tristeza y miedo son solo algunos de ellos.

No es nada nuevo que los hijos ven en sus padres un modelo a seguir. ¿Qué enseñanza les estamos dejando si discutimos por un desacuerdo, incluso con una persona tan querida como nuestra pareja? Debemos hacer precisamente lo contrario: fomentar en ellos el valor del diálogo, de la comprensión y la escucha para lograr acuerdos. Por más enojados que estemos, no debemos dejar salir nuestro enfado delante de ellos.

Al presenciar discusiones entre dos seres tan cercanos como sus padres, los niños pueden sentirse obligados a tomar partido por uno de ellos. En estos casos, aunque no lo manifiesten, pueden sentirse muy confundidos, dado que han escuchado la versión de cada uno. Estas emociones pueden desembocar en desconfianza y hasta cierto resentimiento hacia los progenitores. Por supuesto, llevará su tiempo reparar este daño tan significativo a la relación entre padres e hijos.

Fuente: www.eresmama.com